sábado, 30 de abril de 2016

El cerebro adicto

Palabras clave:
Drogas, cerebro, adcciones

Resumen:
Hasta hace unas décadas la drogadicción se consideraba un problema moral y de falta de voluntad. Hoy se reconoce como una enfermedad y se sabe cómo tratarla.

Abstract: 

Until a few decades ago was considered UN Drug addiction moral problem and lack of will. Today it is recognized as an illness and know how to treat it .


I.              Introducción

Casi todos conocemos algún caso de adicción: amigos, familiares o compañeros adictos al alcohol, al tabaco, a medicamentos legales o a drogas ilícitas. El objeto de la adicción puede variar, pero la respuesta conductual es similar, ya que todas estas adicciones provocan la misma reacción en la química del cerebro. Este descubrimiento ha alterado la forma de considerar, prevenir y remediar las adicciones.

II.            Nueva perspectiva

Cuando la ciencia comenzó a estudiar la conducta adictiva en la década de 1930 se pensaba que las personas adictas a las drogas y al alcohol tenían una moralidad deficiente y carecían de fuerza de voluntad. Estas ideas moldearon las respuestas de la sociedad al abuso de drogas. Se le consideraba un problema moral y no de salud. Así, en lugar de diseñar acciones preventivas y terapéuticas, se optaba por el castigo y se etiquetaba negativamente a los adictos. A raíz de importantes descubrimientos que empezaron en la última década del siglo pasado, se ha ido transformando nuestra comprensión de las adicciones y la imagen del adicto. En entrevista con ¿Cómo ves? la doctora María Elena Medina Mora Icaza, directora del Instituto Nacional de Psiquiatría "Ramón de la Fuente Muñiz" (INPRF), narra lo que propició este cambio de visión. La investigadora mexicana-estadounidense Nora Volkow, quien estudió medicina en la UNAM y es hoy directora del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de Estados Unidos (NIDA, por sus siglas en inglés), observó en imágenes cerebrales la influencia de las drogas sobre diversas zonas del cerebro y encontró la causa física de la dependencia de sustancias como la cocaína y los opioides. "Esto nos llevó a entender por qué los pacientes, aunque quisieran, no podían dejar las sustancias por sí solos, sino que realmente necesitaban tratamiento", señala la doctora Medina Mora, agregando que éste fue un indicio importante de que las adicciones tenían todas las características de una enfermedad. La adicción se considera hoy una enfermedad del cerebro porque las drogas modifican la química, la estructura y el funcionamiento de ese órgano.



III.           Enfermedad crónica 

"La adicción es una enfermedad que progresa por etapas", puntualiza en entrevista el doctor Rubén Baler, científico de la salud de la Oficina de Políticas Científicas del NIDA. Baler explica que en la primera etapa las personas utilizan sustancias para alcanzar la euforia que brindan, pero este consumo de drogas se convierte muy rápido en enfermedad en quienes las utilizan en forma crónica. El cerebro empieza a adaptarse a la sustancia y aparecen los primeros signos de dependencia. He aquí algunos signos que sugieren adicción: consumir la droga de manera regular, imposibilidad de dejarla, gastar en droga más de lo que se tiene, extralimitarse para obtener droga (incluso robar) y sentir que se necesita la droga para funcionar cotidianamente.
Cuando se abusa de las drogas se alteran algunas zonas del cerebro como el tallo cerebral, que controla el ritmo cardiaco, la respiración y el sueño; la corteza cerebral, que procesa la información sensorial y nos permite pensar, planear, resolver problemas y tomar decisiones, y el sistema límbico, donde se aloja el llamado circuito de recompensa del cerebro. Dicho sistema motiva al individuo a repetir conductas necesarias para la supervivencia y la reproducción como alimentarse y tener sexo.
Al ingresar en el cerebro las drogas obstaculizan su sistema de comunicación e interfieren en el proceso normal de intercambio de información neuronal. Recordemos que las células nerviosas se comunican por medio de sustancias químicas llamadas neurotransmisores que llevan mensajes entre ellas. Una neurona libera el neurotransmisor, que cruza un espacio interneuronal, conocido como sinapsis, y se adhiere a un receptor (una proteína) en otra neurona. Neurotransmisor y receptor embonan como una llave en una cerradura.
La estructura química de drogas como la mariguana y la heroína es tan similar a la de un neurotransmisor natural, que los receptores las aceptan como si fueran el neurotransmisor. Otras drogas, como las anfetaminas y la cocaína, hacen que se produzca una cantidad excesiva de neurotransmisores naturales o evitan que el organismo recicle el exceso de estas sustancias. En consecuencia, el mensaje interneuronal se intensifica, impidiendo una comunicación adecuada.
La mayoría de las drogas interfieren con la actividad de un neurotransmisor llamado dopamina, que desempeña un papel fundamental en las sensaciones de placer. "El cerebro está condicionado a repetir conductas que permiten la supervivencia y las drogas actúan produciendo una activación mucho mayor de la que ocurre en las situaciones naturales de recompensa", explica la doctora Medina Mora. "El cerebro pierde la capacidad de sentir placer por las recompensas naturales, pues se acostumbra rápidamente a las dosis masivas" de dopamina que se producen al consumir una droga, y lo hace reduciendo su producción natural, o bien disminuyendo la cantidad de receptores que captan la señal de este neurotransmisor. Así, cuando falta la droga el cerebro ya no cuenta con dopamina suficiente y la persona deja de disfrutar cosas naturalmente placenteras, lo que conduce a la apatía y a la depresión. "Cuando el cerebro comienza a adaptarse a altos niveles de dopamina, el individuo tiene que usar más y más droga para obtener el mismo efecto", añade Rubén Baler. Es decir, se desarrolla tolerancia a la droga. En el individuo que ha llegado a esta etapa, la falta de droga provoca el llamado síndrome de abstinencia, con síntomas como ansiedad, irritabilidad, náuseas, insomnio, episodios de sudoración, temblores y psicosis, y puede llevar a la muerte.
Ciertas investigaciones muestran que la tolerancia a las drogas puede generar cambios muy profundos en las neuronas y en los circuitos cerebrales, con efectos que pueden ser graves. Por ejemplo, si el abuso de drogas altera la concentración óptima de un neurotransmisor llamado glutamato, que participa tanto en el circuito de la recompensa como en la capacidad de aprender, el cerebro intentará compensar el cambio dañando en ocasiones la función cognitiva. Igualmente, el abuso de sustancias a largo plazo suele provocar condicionamiento: ciertos factores ambientales se empiezan a asociar con la experiencia de la droga y provocan un deseo incontrolable de consumirla.
Este condicionamiento es tan fuerte que la adicción puede resurgir incluso tras muchos años de abstinencia.
En palabras de Baler: "El cuerpo es uno, y lo que vemos como dependencia psicológica es una manifestación de los cambios en el cerebro, que intenta adaptarse y manejar niveles anormales de neurotransmisores". El consumo crónico de drogas deteriora el autocontrol y la capacidad de tomar decisiones adecuadas. Según Baler estas adaptaciones del cerebro a las sustancias llevan al ansia incontrolable de utilizarlas aunque el individuo sepa que tienen consecuencias catastróficas.

IV.          Conclusiones

Pero para no llegar a necesitar tratamiento Rubén Baler propone la prevención universal: "Evitar todo lo que sabemos que es dañino y tratar de promover y enaltecer lo que sabemos que es positivo". Entre los factores negativos se encuentran, por ejemplo, los padres adictos, la pobreza extrema, la mala nutrición, la falta de ejercicio, así como un ambiente que no sea confiable para los chicos y, desde luego, un entorno de violencia. "Deben evitarse esas actividades desafiantes, o de franca delincuencia", pues son factores de muy alto riesgo. Baler añade que no es cuestión de magia. "Todo lo que promueve un ambiente saludable por fuerza va a reducir el riesgo absoluto de abuso de sustancias".
Y la doctora Medina Mora agrega que "tenemos que trabajar para que se deje de vender alcohol a los adolescentes", lo que sucede incluso en tiendas establecidas que funcionan las 24 horas. También hay que frenar la disponibilidad de inhalables y de cigarros sueltos. Proteger a los adolescentes de las drogas es fundamental, "pues toda la evidencia de salud pública nos habla de un riesgo mayor" en la adolescencia. Al documentar tanto la investigación que ha realizado la doctora Nora Volkow como la que ha financiado el Instituto Nacional de Psiquiatría se encontraron todos los elementos que definen la adicción como una enfermedad tratable. Ahora la política pública debe reunir esta evidencia científica, compartirla con la población y convertirla en una convicción social.



V.           Referencias

El cerebro adicto. Veronica Guerrero. Cómo ves? 






Reflexión

¿Por qué elegiste este tema? 
Porque en temas científicos, las adicciones deben tratarse.

¿De dónde empezaste para empezar a escribir?
Del estudio de la epistemología de adicciones.

lunes, 18 de abril de 2016

Menores infractores, ¿Delincuentes o víctimas sociales?

Palabras clave:
Menores infractores, México, infancia, prevención, control, criminalidad, delincuencia.

Resumen:
La delincuencia en menores de edad no es un problema actual en México, los años han hecho que este problema vaya evolucionando, es la misma sociedad quien fomenta el crecimiento de los menores infractores. Dentro del estudio de la criminalidad en menores, la controversia sale a la luz desde las definiciones hasta las propuestas de procesos penales.  

Abstract:
Delinquency of minors is not a current problem in Mexico , the years have made ​​this problem evolves , it is the same society that encourages the growth of juvenile offenders. Within the study of juvenile crime in the controversy comes to light from definitions to the proposed criminal proceedings.



La responsabilidad que adquiere el Gobierno como órgano director del Estado es seria, porque la protección de la infancia no es sólo obra humanitaria, de beneficencia o de caridad, sino además, y principalmente, obra de seguridad social y de prevención, ya que el infractor menor de hoy si no se le atiende oportunamente, será el delincuente adulto del mañana. 
José Ángel Ceniceros, diplomático mexicano.


I.              Introducción

La presencia de menores en el ámbito de la criminalidad, una presencia en crecimiento y evolución. Hubo en primera instancia bastantes teorías contextualizando al menor como una herramienta designada por la criminalidad adulta, abusando de la imagen dócil que socialmente se les atribuía a los infantes. Cada vez sería más frecuente la participación de los menores de edad en la “mala vida”, los engaños y chantajes iban perdiendo fuerza – la sociedad mexicana se volvió desconfiada – y fue el momento de evolución obligada en que la herramienta de engaño se volvió la propia arma que cometiera el delito.

Constituye un aspecto de innegable importancia el estudio de la problemática de los “menores infractores”; su análisis implica atender el avance de nuestra sociedad.

En La transformación del delito en la sociedad moderna[1], el criminólogo Alfredo Nicéforo de manera puntual sentencia: “La sociedad moderna no sólo transforma el delito, sino también al delincuente, sustituyendo el adulto con el joven y al varón con la hembra. La sociedad moderna tiende, por consiguiente, a aumentar la delincuencia de los jóvenes (menores) y de las mujeres”. El autor profesaba el mundo del futuro desde el punto de vista de 1900. Y explicaba que “la delincuencia de los menores aumenta, porque en el febril movimiento, cada vez más acelerado, de nuestras sociedades, el individuo se hace hombre con mayor prontitud que en sociedades y siglos pasados. A los quince años, el muchacho es hoy un hombre”.

Por resultado, ya no tendríamos a los lazarillos del delito, sino delincuentes, poblando las prisiones y tribunales. Es turno del análisis del nuevo perfil del menor infractor y plantear la descripción de este ejercicio en comparación con materia delictiva en adultos.



II.            Concepto de menor infractor

Antes de conceptualizar, estoy consciente del conflicto inicial en la denominación misma de menores infractores. Para muchos es controversial y aún ofensivo utilizar este término calificativo, con base en la idea, de que los menores aún están en maduración psicológica, bajo ningún concepto pueden considerarse como delincuentes, sino como víctimas de entorno social/familiar.

Apoyado en la dogmática y en el concepto del maestro Juan Pablo de Tavira, “Los menores infractores son aquellos sujetos menores de 18 años que manifiesten en su conducta un ataque a los bienes jurídicamente protegidos por la legislación o que adolecen de una naturaleza que los aproxima al delito”[2]. Es por ello que hasta antes de adquirir la mayoría de edad, la doctrina moderna señala que el menor no puede considerarse como un sujeto activo en un delito, aunque su conducta se adecue a una legislación sustantiva del sistema mexicano, no es justificable la intervención estatal en su contra. Aclarado que el menor de edad, por su condición legal, queda fuera del derecho penal.





III.           ¿La edad o la conducta?

Aunque la minoría de edad excluye al menor de cualquier proceso penal, la conducta (con carácter ilícito) genera la movilización de instrumentos jurídicos distintos a los procesos penales para adultos, creando el llamado derecho de menores.

La pluralidad de instrumentos jurídicos emerge de las diferentes perspectivas existentes del tema debatido. El jurista Hugo Daniel D’ Antonio sentencia en una de sus obras, “Delincuencia juvenil, por un lado: inconducta, desviación, inadaptación, parasociabilidad, marginación, rebeldía por el otro, constituyen verdaderos agrupamientos de componentes de los sectores que se disputan la primacía en este aspecto de la problemática minoril”[3].

En este contexto, la edad es un factor de gran relevancia en el Derecho Penal; se dice que el hombre puede ser considerado responsable de sus actos, cuando es capaz de distinguir el bien del mal. Para que el individuo conozca la ilicitud de su acto y quiera realizarlo, debe tener la capacidad de entender y de querer.

Si mantuviéramos la edad como segundo término y nos dedicamos a enaltecer la conducta del menor sería un experimento de profundo análisis, porque esta conducta nos conduce al nacimiento de la mentalidad infractora  que se ha presentado, ya sea por madurez o por el ejemplo del entorno social; un menor puede manipular un arma por mera curiosidad –ejemplo de la madurez-, o por malicia inducida – ejemplo del entorno social-. Un interesante experimento social que permite abrir un panorama al estudio de la conducta del menor sin prejuicios por la edad del mismo. La edad no garantiza una mentalidad de bien, las circunstancias son las que modifican el pensamiento, y las conductas sólo son consecuencia de las mismas circunstancias.

Por resultado, el estudio de las herramientas jurídicas dentro del derecho para menores debe ser minucioso con estrategias sociológicas, cubriendo la necesidad de someter a los menores infractores a un régimen especial de atención, que aparte de buscar la tutela busque la atención integral de sus necesidades y que la reinserción sea exitosa al fomentar la autoestima y cualidades del menor.


IV.          Conclusiones

El problema de los menores infractores no es un tema vigente, viene de mucho tiempo atrás, las ideas y teorías van cambiando; sin embargo, sigue siendo un tema sin resolver.

Es indudable que la minoría de edad es la más vulnerable ante los problemas de la sociedad: desintegración familiar, medio social hostil, mala educación, influencia nociva de medios de comunicación, la pobreza, la ignorancia; no cabe duda, son víctimas. Sus actos y conductas son resultado de la sociedad mexicana del siglo XXI que hemos creado.

En este contexto, es indispensable que los gobiernos presten más atención a estos índices de criminalidad y se dediquen superiores recursos, ya que estos menores son los infractores de hoy, que pueden ser los futuros delincuentes o los futuros hombres de bien, vale la pena como sociedad voltear a ver a este sector de la población, ya que con eso prevemos un México de delincuentes jóvenes.


De otro modo, es importante prestar atención a estas conductas y de esta manera que el menor infractor sea juzgado por las mismas, lo que garantiza un efectivo procedimiento a ese problema. La reinserción en adultos, no ha resultado; pensamos en la de los menores como un hecho seguro, para ellos es una época de un desequilibrio y vulnerabilidad a lo negativo, dentro del mismo contexto pueden llegar a ser sensibles a estímulos educativos, deportivos, culturales; por eso propongo una atención integral, para que sepan que tienen otras alternativas para un futuro de bienestar propio y por ende, a nuestra sociedad.



V.           Referencias

Criminalidad de menores. Luis Rodríguez Manzanera. Ed. Porrúa. México. 1997
El menor ante el delito. D’Antonio, Hugo Daniel. Ed. Astrea Argentina. 1992
Menores infractores. Juan Pablo de Tavira. México-Porrúa UNAM. 2002
La transformación del delito en la sociedad moderna. Alfredo Nicéforo. Madrid, Lib. Gral de Victoriano Suárez, 1902





[1] La transformación del delito en la sociedad moderna, Alfredo Nicéforo. Madrid, Lib. Gral de Victoriano Suárez, 1902
[2] Menores infractores, Juan Pablo de Tavira. México-Porrúa UNAM. 2002
[3] El menor ante el delito, D’Antonio, Hugo Daniel. Ed. Astrea Argentina. 1992




Reflexión

¿Por qué elegiste este tema? 
Porque las medidas que debemos tomar con respecto a los menores infractores en nuestro país deben ser minuciosas así como el estudio.

¿De dónde empezaste para empezar a escribir?
Del estudio de la epistemología histórica de los menores infractores.